AMOR BIPOLAR

 Hace un tiempo ya que salimos. Somos algo así como bígamos o polígamos. El amor no sólo es difícil, sino también muy amplio como para abarcarlo entre nosotros dos.

Quizás es por eso que tratamos de encontrarnos en ciertos momentos. No lo planeamos realmente, es algo que se va dando. Ni siquiera lo hablamos, simplemente nos dejamos llevar. A todo ser humano lo gobiernan las emociones. Y el problema en los gobiernos es cuando intervienen las emociones.

Los días que me encuentra la alegría, si ella está ocupada con su intolerancia, termino saliendo con su fastidio. Nos cuesta un montón ponernos de acuerdo entonces me presenta a su ira, que con mi impotencia se llevan bárbaro y pasan una tarde de discusiones de esas que cuesta olvidar, pero nos encontramos en el resentimiento. No sé si conviven bien, pero al menos cada una cumple con su cometido y por alguna razón no se vuelven a ver por un largo tiempo.

Una vez, saliendo con su mal humor y mi persistencia, no recuerdo bien qué hermosas cosas dije, pero su espontaneidad salió corriendo y se me apareció su sonrisa. La agarré del brazo para llevarla a casa, pero a cada paso que dábamos la vi parecida a su rebeldía, que ya la conocí otras veces y mi timidez nunca lo dijo, pero a mi serenidad no le gusta tanto.

Por no convivir con la incertidumbre, le dejé lugar a mi impaciencia, que por consejo de mi osadía, le robó un gran beso a sus miedos. Así fue que ella me dejó con la soledad. Hasta que su inseguridad le mandó un mensaje a mi sinceridad preguntándole si mi convicción tenía algo que ver con la seriedad y la planificación.

Mi transparencia estuvo a la altura de sus expectativas y absolutamente todas nuestras emociones estaban de acuerdo. La felicidad fue anfitriona de esta nueva alianza.

Después de un tiempo de convivir con el metejón la empecé a confundir con la rutina. Y si alguna noche mi inmadurez se quedaba hasta tarde con amigos, en casa me esperaban sus celos. Mis argumentos por lo general se llevaban bien con sus planteos, pero su insistencia no se detuvo hasta encontrar mi hartazgo que se complotó con la frustración para dormir en camas separadas.

Su silencio,  a pesar de esquivar el conflicto, se cruzaba con mi indiferencia por toda la casa, hasta que su lucidez decidió enfocarse en sus obligaciones y desafíos. ¿En qué momento su orgullo le ganó a mi soberbia? Mi enojo trataba de llamar la atención de su arrogancia. El absurdo se había instalado en la casa y mi paranoia sintió abruptamente que convivía con su frialdad.

Mi prisa me convenció de que su narcisismo no tenía tiempo para mí y mi impotencia me empujaba para encontrarme con el desconsuelo. Por suerte apareció mi inteligencia, quien me recomendó esconder el reloj de mi prisa y así pasar más tiempo con mi experiencia.

Después de un buen rato de estar con mi existencialismo, hice un pacto con la calma y se ve que llamó la atención de sus deseos porque entre los dos llamamos al diálogo. Nos dijo que tenía poco tiempo, pero no nos importó mucho porque justo llegó la pasión y nos perdimos en el éxtasis. Mañana será otro día dijo esperanza, nos miramos y nos abrazamos fuerte a nuestros sueños.

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