DIME QUÉ TOMAS Y TE DIRÉ DE QUÉ CONVERSAMOS

 No siento lo mismo cuando alguien me llama o escribe para “tomar un café”, que cuando la oferta es “tomar una cerveza” o “tomar algo”, y dejo el “algo” para otro texto para no morir en el enredo.

Mas como una excusa que por lo sabroso de la cerveza, o de lo que pidamos, lo importante es encontrarnos. Vernos, conversar, pasar un momento juntos. Ponernos al día, hablar mal de alguien, de fútbol, trabajo y hasta de por qué son tan lindas las chicas de esa mesa. Expectativas más, expectativas menos, en realidad no espero otra cosa de la propuesta.

Ahora, si en lugar de una cerveza a lo que me invitan es tomarnos un café, ya no sé qué esperar. Entre un grano de café y uno de malta nos separan miles de motivos. Porque un café puede significar muchas cosas y en tal caso entran infinitas variables que abren las puertas de toda mi especulación. Café por medio me podés manifestar tu enojo, contarme un gran problema, decirme que me amás, o que ya no. Que amás a otra persona, que te vas del país u ofrecerme un gran negocio. Pedirme plata, compartirme el diagnóstico de una enfermedad, limar asperezas, hablarme mal de alguien, pedirme un consejo y la lista sigue como bares hay en Capital Federal.

Pero la especulación no termina solo con el motivo. De hecho empieza desde la invitación. Porque no es lo mismo, hace cuánto que no nos vemos, el horario en que me cites, la urgencia ni la zona geográfica del café. Cada uno de estos ingredientes hacen a la cuestión. Todos ellos arrojan una pequeña información. Incluso el tono o las palabras que se utilizan. "Me gustaría que tomemos un café", nada tiene que ver con "¿Estás para un café? y claramente un café no pretende lo mismo que un cafecito y mucho menos un feca.

Y una vez en el café no me vas a resolver la intriga rapidamente. Porque cualquiera sea el motivo empezaremos hablando del clima, el tránsito o hace cuánto que no nos vemos. Salvo que tu motivo sea tan emocional que tu cara no pueda disimularlo, durante unos buenos minutos voy a estar como a la defensiva. Quizás más de lo que quisiera. Y según la confianza que nos tengamos, capaz toda la cita. Y en tal caso prefiero que sea por algo más bien, malo. Al menos, que toda mi preocupación no haya sido en vano, no?

Es increíble que, con alcohol puedo llegar a terminar trepando el balcón presidencial y sin embargo esa posibilidad me da menos miedo que una simple y pequeña taza de café. Incluso, cuánto más alcohol, mejor la estamos pasando, mientras que "mozo, otro café" puede significar "no nos estamos poniendo de acuerdo".

Ya sé que existe la opción de preguntar de antemano el motivo del cafecito, pero si del otro lado me responden "te cuento cuando nos veamos", es multiplicar por diez todas las variables antes mencionadas.

Después de pensarlo durante bastante tiempo encontré el antídoto a este dilema. Y consiste en retrucar la oferta. Hay que despejar la x, siendo la x el factor problema.

Cuando me invitan a tomar un café, inmediatamente lo cambio por un "mejor una cerveza" o "algo". Cuando la respuesta sea sí, hablaremos de cosas triviales que se hablan con algo fresco en la mesa y/o de empezar un negocio juntos, darte un consejo, declarar nuestro amor o lo que sea que pase por nuestras venas. Mientras que si insistís con el café... Ah... te clavo el visto mientras pienso alguna mentira.

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