LA FINAL SIN FINAL

Tres sillas de la mesa de un bar en Asunción estaban ocupadas por el presidente de la Confederación y los respectivos presidentes de dos de los equipos más grandes de otro país.

El encuentro ocurrió después de jugada la primera de dos finales del torneo más importante de América. El periodismo fue subiendo la apuesta y de una final pasó a llamarse súper final, la final del siglo, la final histórica, la final del mundo y la apuesta fue subiendo tanto como el ego de los habitantes de ese país.

Se sentían conformes, satisfechos. El resultado parcial repartía equivalentemente los favoritismos, la serie “estaba abierta” y el partido tuvo incluso la dosis exacta de adrenalina, suspenso y dramatismo.

Uno de los dos presidentes dijo, “por supuesto que quiero llevarme los seis millones y confío en que así sea, pero tres es una buena cifra para hacer cosas interesantes en el mercado de pases”. "¡Vamos!", le respondió el otro. “No estás contando lo que pagan los sponsors, la televisión, y los negocios paralelos”. “Lo sé, por suerte son dos finales. Es plata que entra, cualquiera sea el resultado”. El mandamás del fútbol latinoamericano observaba la conversación con una sonrisa silenciosa. Asentía con la cabeza y prestaba cómplice atención. Al notar este gesto, Daniel o Rodolfo o quizás los dos, preguntaron. “Y a ustedes, ¿cuántos les queda?” El estallido de una taza de café que accidentalmente cayó al piso a unas mesas de distancia no dejó escuchar la respuesta con claridad. “Es mucho más de lo que hubiera imaginado” respondió Rodolfo. “No sos el único, pero ¿qué pasa si te digo que a esa cifra la podemos duplicar y hasta triplicar?” “La suya o la de todos?” Preguntó rápidamente Daniel. “El fútbol es un deporte que se juega en equipo” fue la respuesta de Alejandro.



“Terminemos con el suspenso” dijo alguno de ellos y Alejandro tomó la iniciativa, “¿Qué pasaría, si en lugar de jugar un partido más, jugamos dos o tres y hasta cuatro?” “¿Cómo puede ser posible?” preguntó, lógicamente Daniel. “¿Ustedes saben cuánto midió la transmisión de aquel sábado que se suspendió por lluvia? ¿La cantidad de comida en puestos de venta y anunciantes que renovaron la pauta?”. “Vamos a tener que rezar para que vuelva a llover” fue la respuesta de Rodolfo. “Los partidos no se suspenden solo por lluvia” Lo interpeló Daniel. “¿Cómo si vos no lo supieras?”. Alejandro agradeció la respuesta con su mirada. Dejó que el silencio termine de explicar su idea en la cabeza de sus invitados, quienes se buscaban tímidamente con la mirada.

“¿Cuál es el plan?” Preguntó alguno de los dos dirigentes. “Porque tenés un plan, ¿o fue simplemente una idea?”. “Tengo al menos el comienzo. Los invito a que me ayuden a afinar los detalles. Ustedes son los que conocen cómo funciona su fútbol. O, mejor dicho, cómo no funciona. Si el pasado sirve para entender el presente y mejorar el futuro, esta vez la violencia debería suceder fuera del estadio. Incluso el reglamento podría jugarnos en contra y suspender el partido automáticamente, dando por ganador a alguno de los dos equipos”. “Si es afuera, va a ser más complejo, obviamente va a haber mucha seguridad, no de Nación, pero sí de Ciudad, Gendarmería y la seguridad privada” explicó Daniel, que para ser visitante estaba muy bien informado. Alejandro guardó silencio, buscando respuesta en sus compañeros. "¿Tenemos acceso a esa información?" preguntó luego. Rodolfo miró sonriente a Daniel y Alejandro se disculpó cerrando los ojos lentamente. 

“La mano de obra está siempre a disposición, o por lo menos en mi Club” comentó Daniel. Rodolfo recogió el guante, “No sé… me parece arriesgado confiar en ellos” “¿Y quién dijo que confiemos?” preguntó Alejandro. “A un violento no necesitas pedirle que sea violento. Se lo traiciona y listo”. “En dos días, máximo tres puedo armarte un allanamiento” sugirió Daniel. “Con eso tenés la mitad del trabajo hecho” sumó Alejandro. “Si los metés en cana, no los tenés en la calle”, respondió Rodolfo. “Agarremos solo al jefe, con el dinero de la reventa y con entradas” se entusiasmó Alejandro. “¡Pero eso me deja pegado a mi!” se defendió Rodolfo. “No te preocupes, mando un fiscal mío. Puede llevar semanas hasta que se den cuenta, te sobra tiempo para borrar lo que filmen las cámaras” propuso Daniel. La duda se hizo notar en la mesa. “Vamos Rodolfo, voy a creer que venís del Rugby en serio” se enojó Alejandro. “Pero hasta acá, el riesgo lo estamos corriendo solo nosotros” se defendió Rodolfo. “No te creas, ahora vamos a probar la generosidad de Daniel” le respondió Alejandro, sosteniendo la mirada del presidente del equipo visitante. “Los jugadores, no” se anticipó Daniel. “El micro” respondió Alejandro. “Unos raspones, nada grave. Son vidrios que se desintegran con el impacto. Algún que otro herido y mareos por los gases”. “Mientras no haya muertos” aceptó Daniel en un tono de resignación y conformismo. “¿Y se suspende un partido por un herido?” preguntó Rodolfo. “No” fue tajante la respuesta de Alejandro y continuó “Necesitamos más”. “Ya dije que no quiero jugadores lastimados.” preguntó Daniel. Alejandro lo interrumpe con un tono conciliador. “El daño va a ser el mismo, pero lo haremos parecer mayor. Si un jugador puede engañar a un árbitro, por qué no va hacerlo, incluso donde no hay cámaras?” Rodolfo interrumpe el convencimiento de Alejandro, “Estamos involucrando cada vez más gente. Y déjame sumar, que no veo mucha diferencia entre un jugador y un barra. ¿Cómo sabemos que no nos van a traicionar? ¿Y cómo hacemos con los médicos?” “Tengo un par de jugadores a los que no le quedan muchos años de carrera. Y hay otros que rinden más en los micrófonos que en la cancha” respondió Daniel. “Y en cuanto a los médicos… déjame que revise la lista de socios. Hay casos donde la pasión es más fuerte que la vocación”.

“La clave en todo esto, el negocio real pasa porque esto lleve horas y horas de transmisión. Hay que dilatarlo, enviar información confusa. Reunirnos una y otra vez. Ir corriendo el horario del partido. Impacientar a la gente. Tener a los hinchas esperando la mayor cantidad de horas posibles. Tenerlos cantando, consumiendo bebidas, pero con la ilusión de que el partido puede empezar en cualquier momento”. “Puedo hacer que los hinchas no tengan señal en sus celulares", propuso Rodolfo. "De esa manera no saben lo que pasa afuera" sumo Alejandro y siguió "los jugadores muertos de hambre en los vestuarios, cada vez más enojados. Hablando con la prensa, dejando un titulo atrás del otro”. Uno de ellos empezó a reír en forma creciente. Los otros dos lo miraron sin entender. “Me imagino los programas a continuación. Los debates. Ya los veo a todos los boludos de los periodistas matándose en cámara, gritando uno arriba del otro”. Exacto, cerró perversamente Alejandro. “Hay que ir haciéndolos cambiar de opinión” “Eso es lo más fácil” retrucó riendo Rodolfo. “Hay que ir soltando distintas versiones, que hablen los allegados, como les gusta decir” se entusiasmó Daniel.

Alejandro volvió sobre el plan, “Pero ese día termina después de una reunión en la que los tres firmamos un documento para que el partido pase para el día siguiente”. “Un pacto de caballeros” gritó Rodolfo. “Me gusta, le da más dramatismo. Después hablan los dos a cámara y se regodean con eso de que son rivales y no enemigos, o lo que les ocurra” sugirió Alejandro. “Y al día siguiente cumplimos con ese pacto, y damos un lindo mensaje al mundo” cerró satisfecho Rodolfo. Pero Alejandro borró su sonrisa con un “No” como respuesta. Al día siguiente tampoco se juega. Dejamos que los hinchas lleguen al estadio, y la audiencia pasé un buen rato frente al televisor. Segundos de tanda por todos lados". “¿Y con qué excusa lo suspendemos?” preguntó uno de ellos. “Ustedes no van a necesitar ninguna. Los mismos jugadores no van a querer jugarlo" respondió Alejandro, para luego reclamar con sarcasmo, ¡Daniel, no le podés hacer eso a tus jugadores”. “¿Y cuándo se juega?” fue la pregunta. A lo que Alejandro replicó “No se juega, porque vas a romper ese pacto” mirando a Daniel. “De ninguna manera interrumpió” éste. “Yo siempre dije que los partidos se ganan en la cancha y lo sostengo. Hasta lo dije en cámara. No una, sino varias veces. Más si eso cuesta romper con un pacto de caballeros”. Alejandro hizo silencio unos segundos. “No va a ser en tu nombre, sino en el de tus hinchas. Te lo va a pedir la comisión directiva. Va a ser por la voluntad de todos ellos. ¿Qué más caballero que traicionar nuestros principios por la voluntad de los otros” sonrió orgulloso de su reflexión. “¿Y por qué los hinchas querrían eso?” preguntó Daniel. “Porque en su país la historia siempre se repite una y otra vez” respondió Alejandro. Mirando para otro lado Rodolfo suelta, “El gas pimienta”. “Exacto” responde entusiasmado Alejandro y sigue “los hinchas van a querer revancha, van a querer los puntos inmediatamente. Y vos vas a estar recuperando popularidad, algo que no te sobra”. “¿No entiendo, se juega o no se juega el partido?” Preguntó ansioso Rodolfo. “Después de pedir los puntos, involucrar abogados, llenar los programas con entrevistas y declaraciones nos vamos a volver a reunir los tres. Vamos a mantener al mundo en vilo y generar nuevamente la demanda. Vamos a poner dos o tres opciones de lugares para jugar el partido.” “¿Y perder la recaudación? No hay chances” respondió el local. "¿Por qué recaudar por sesenta mil hinchas cuando se puede recaudar por ciento veinte mil? ¿Sabés la cantidad de estadios que se van a ofrecer para jugar el partido” agrega Daniel incluyendo sus hinchas en la ecuación. Alejandro lo mira sorprendido. “Pensé que eras más ambicioso” lo sobra con su respuesta. Daniel no encuentra una idea más perversa. Alejandro suelta “Vamos a dejar que se peleen por el partido. Vamos a ganar tiempo presentando pruebas y contrapruebas. Apelaciones,  mostrar mensajes de textos, circular audios de Whats app… Como hicieron durante el mundial, pero peor. Nos esconderemos en frases como “por unos inadaptados”, “vamos a erradicar la violencia”, “la familia debe volver a las canchas”. “Podemos empezar a circular fotos y videos polémicos” sugirió Daniel y agregó. “Eso siempre suma indignación y desvirtúa la causa”. “¿Cómo por ejemplo?” preguntó Alejandro. “Y qué se yo, una madre entrando  bengalas a la cancha, pegadas a la cintura de su hijo, por ejemplo”. Rodolfo riendo “mirá si vas a encontrar una madre que se preste a esa barbaridad”.

Se hace un pequeño silencio. Daniel termina su café, mira por la ventana y se pregunta en voz alta. “No sé qué tanto gana Mauricio con esto” “Mauricio va a estar agradecido que la mirada esté puesta en esto mientras se entretiene con Donald”.

“¿Y yo mientras qué hago?, puedo hacerme el ofendido por el pacto de caballeros” sugirió Rodolfo. “Es de lo único que te vas a poder agarrar para que no te pregunten por las entradas” fue la respuesta de Alejandro. “¿Y dónde vamos a jugar el partido?, yo quiero jugarlo” insistió Rodolfo. “Después de que el foco de discusión deje de estar puesto en la violencia y los jugadores. la gente va a estar discutiendo sobre el reglamento, sobre si se festeja o no un campeonato en el escritorio. Y cuando ya estén asumidos a que ésa es la realidad, reavivimos las ganas de ver un partido de fútbol. A lo grande, mucho más grande de lo que hubiera sido”. Alejandro hace una especie de reverencia con sus manos. “¿Qué equipo va a querer prestar su club para que nuestros barras lo rompan en mil pedazos?” preguntó Rodolfo. “No puede ser muy lejos, con el dólar así no puede viajar nadie” suma Daniel a la reflexión. “El partido no lo va a comprar un equipo, lo van a querer comprar personas. Se lo vendemos a los árabes. Son dueños hasta de las aerolíneas, imagínate el negocio. ¿No entienden que el negocio se multiplica? Son dos semanas más de programas cubriendo la previa. ¿La gente de su país no quería este año estar en una final del mundo? Bueno, ahí la tienen. Y dejamos tranquilo a Lionel”. Se hace un silencio. A los tres se les cruzan las imágenes por sus cabezas.

Parecen cansados, como si todo lo conversado hubiera pasado en esos quince minutos de café. Alejandro mira la hora, chequea el celular. Se tiene que ir. Con una señora pide la cuenta que por supuesto no va a pagar. Se levanta y mientras se pone el saco, mirando a sus compañeros, “lo piensan y me contestan más tarde. Sé que suena medio fantástico, pero si bien son los jugadores los que escriben la historia, no sería la primera vez que nosotros escribamos el argumento”. Sin despedirse se pierde por el pasillo, los presidentes de dos de los clubes más grandes de su país lo miran mientras pierden ellos su grandeza.

El poder de terminar con toda esta locura lo tenemos nosotros, los que les damos el rating. Solo tenemos que “no prender el televisor” y el patrocinio desaparece. ¿Quién se anima a no ver el partido?

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