SEX, DRUGS & TANGO (Opereta en dos actos)

Escrito por Dr. Beto. Un groso que también cree que el problema es que nadie entiende nada.

PRIMER ACTO
- Obertura

A casa con la lengua afuera, que en media hora vienen los Zamer. En el ascensor me fui sacando el pullover bordó que tan bien combina con la camisa que me puse esta mañana. Abrí el placard, miré los 15 pulloveres que tengo y elegí uno celeste clarito a rombos que me regaló mi hija. Afeitadora eléctrica a los pedos (como no veo una mierda el pelo más chico que me quedó mide 5 cm.) y un poco de perfume Mont Blanc que me regaló mi yerno. Tengo la plata y las tarjetas; miro la hora: 19.55. Agarro las llaves y suena el portero eléctrico:
-¿Jorge? (no, si bua ser Perkins el mayordomo). Estamos abajo. ¿Graciela está lista? (Mierda! ¡Graciela! ¿Dónde carajo está Graciela?).
-Todavía no llegó; la llamo al celular y bajo.
Justo escuché que entraba el auto. Bajé y cuando nos cruzamos me dice que están afuera (ya lo sé boluda). -Andá yendo que voy al baño y estoy en un minuto.
Saludos de rigor; qué lindo el auto que te compraste; bla, bla, bla. Sube Graciala; saludos de rigor, qué lindo el auto que te compraste; bla, bla, bla y partimos.

- Introito. il viaggio

-¿A dónde vamos?
-A Taconeando, en Balcarce al 700.
Desde Echeverría y Amenabar hasta Balcarce y México, escuchamos el relato de Osvaldo sobre cómo se le había quedado el auto justo en la entrada de la cochera. No se qué hizo Graciela, pero yo aproveché para redactar en la cabeza una demanda, dos alegatos y un cuento corto. El lunes los imprimo.
-Esta es Balcarce; ¿a qué altura estamos?
-Al 400, dije con seguridad (había trabajado a una cuadra durante 12 años y conozco al dedillo la altura de las calles de la zona)
Avanzamos una cuadra. -Nelly, fijate a qué altura estamos. (boludo, si la anterior era el 400, esta es el 500 y la que viene el 600). ¡Qué lindo está San Telmo; qué raro, no hay nadie en la calle! (lógico, huevón, a quién se le ocurre salir a comer a las 8, como no sea a un finlandés que vive 9 meses a oscuras a 2 cuadras del Polo Norte),
Estacionamos. Graciela, roja la cara por el esfuerzo, ayudó a Nelly a bajar sus 120 kg. del auto, mientras Osvaldo, estático miraba con un brillo burlón en los ojos. Caminamos unos metros y ¡voilà!: Taconeando.



- Moderatto, ma non tropo

El lugar está bien (bien berreta); decorado en color sangre con mucho colesterol y las mesas escalonadas alrededor de un pequeño escenario, tipo anfiteatro. La nuestra era más chica que una rebatible que teníamos en el departamento de Serrano cuando recién nos casamos, pero pegada al escenario. Después de la media hora que tardó Nelly en sentarse, con la cara más roja que la de Graciela, mientras Osvaldo miraba con más brillo picarón en los ojos, nos sentamos. Aclaro: las sillas las deben haber comprado en la quiebra de algún Jardín de Infantes y a nosotros nos tocaron las de la salita verde, para chicos menores de 3 años.
El mozo se acerca y nos pregunta si hablamos en español (seguro que lo confundieron mis rasgos nórdicos) y nos tira la carta, encuadernada en cuerina, de esas que uno supone con una larga lista de platos: “carnes” una página, la otra “aves”, “pastas” la siguiente con las salsas abajo, y así hasta “cosas dulces”. Ni llegamos a abrirla:
-De entrada hay …¡mayonesa de ave!. De plato principal, bife o pollo. -Y el postre (acá me tira cassatta, pensé), lo vemos después. La bebida era canilla libre, pero de esa gaseosa/jarabe que te traen en un vaso, o agua mineral. El pan, como era de esperar, estaba recalentado y lo servían de a 4 piezas. Cuando te comías los 4 pedazos que traía la panera, te ponían otra panera con 4 trozos (pero como se había enfriado, parecía canto rodado).
Cuando llegó la mayonesa de ave... dos fetas transparentes de tomate perita viejo, dos pedazos de lechuga de 4 x 4 cada uno y 8 tiritas de zanahoria rallada (las conté), todo alrededor de una masa circular de algo color clarito, por la mayonesa, como si hubieran usado de molde una latita de atún, cuyo contenido, en mi humilde opinión, también comieron los de la noche anterior, nada mas que a ellos se los sirvieron como plato principal y les dijeron que era cazuela de lentejas con chorizo colorado y patitas de cerdo. La mayonesa no estaba ácida, porque su función es disimular lo otros gustos. Y el “ave” era “a ve(r)” si encuentran un pedacito.
-Estaba rica, mintieron mis compañeros de mesa. Yo la miré a Graciela y le dije en el idioma sin palabras que aprenden los matrimonios con los años: Vos sos boluda o te hacés. Esto era una bosta sin gusto a nada. No viste que yo con cada bocado me metía un pedazo de pan en la boca para poder pasarlo. Graciela me contesto, en el mismo idioma, que para ella estaba rico: lo que pasa es que vos sos un mariquita con la comida. Siempre utilizando el mismo lenguaje le dije: No, lo que pasa es que vos sos como tu hermano que comen cualquier mierda que les ponen delante.
Como imaginarán, cuando vino el mozo, un tipo con master en hipocresía, nos preguntó si nos había gustado. No se qué le contestaron, pero yo hice silencio, puse rostro neutro y me puse a mirar un cuadro de Gardel, porque no había otra cosa para mirar.

- Ricordanza con alguna licenza

Mientras esperábamos el segundo plato, me acordé de la disgresión de Juani sobre los regalos (ver blog). Me trajeron de New York una camisa Cristina Dior (eso dice la etiqueta) de vestir, para usar con corbata; tiene rayas multicolores, donde predominan el rojo, el amarillo y el verde musgo. Para saber qué corbata puede combinar con esa camisa tenés que hacer el doctorado en decoración y diseño que se dicta en Harvard. Y ahora se gastan 200 verdes en esta salida. Mejor me daban los 202 dólares y yo me los gastaba en lo que quería. Perdón, pero se me escapó el precio de la camisa.
Con Graciela pasó más o menos lo mismo. A ella le trajeron un perfume Charlie. Acá hago un paréntesis para comentarles algo, cuando yo era adolescente, hace unos 45 años, las chicas decían que Charlie lo usaba su madre, de joven. Primero se inventó Charlie y después el perfume. Así que imaginen la algarabía de Graciela con el regalo.
Conclusión: nunca pretendí recibir nada, en especial porque Nelly es sobre todo una buena persona, y de todo corazón agradezco que hayan reconocido mi esfuerzo y que se gasten en nosotros, el 1% de lo que les hice ganar. Pero por favor, un poco de piedad no viene mal.
Retrocedo. Cuando el hipócrita dijo que el segundo plato era bife o pollo, con inocencia le pregunté qué parte del pollo era. El tipo me dijo que venía deshuesado, relleno con verdura y en general usaban la pechuga, así que previa aclaración que yo solo como pechuga, elegí el pollo.
Me contó un lavaplatos que cuando el tipo entró en la cocina le dijo al cocinero: poneme en un plato el pollo que hiciste con el culo y el cogote de la gallina, así se lo sirvo a un fifí de la mesa 13 (porque seguro nuestra mesa era la 13).
¿Cómo lo detallo?. Un cubanito relleno con acelga hervida prensada, sin condimentar, dentro de un símil tubo de carne de algún ave, piel incluida, de unos 6 cm. de largo, sobre una cucharada de tomate perita de lata pisado, con un poco de orégano por arriba. A su lado, brillaban 12 papas fritas de 0,5 x 4 cm. cada una. En total lo decente eran 20 cms. de papa frita de 5 mm. de ancho. En Somalía les servís eso y se te cagan de risa.
Del gusto no puedo decir nada, porque no tenía gusto a nada (qué lindo nombre para un bolero de Luis Miguel: “Con gusto a nada”). Encima, el primer bocado que probé era un cartílago de gliptodonte. No comí una mierda del pollo y lentamente mastique mis 12 papas fritas.

El postre era a elección. El hipócrita recitó: bombón helado, flan casero con dulce de leche o budín de pan con dulce de leche. Pensé que en esto me había equivocado, y como el bombón helado tendría gusto a chocolate artificial y seguro que el budín de pan estaba hecho con los restos de bife de la noche anterior, recordé esos agujeritos tipo mousse que tiene el flan casero, mezclado con un suave dulce de leche, así que opté por este último.
¿Probaron alguna vez el flan Ser Diet o el Serenito, con su exclusivo gusto a plástico? Si los comparan con lo que me sirvieron, se ganan el Cordon Bleu (para los ignorantes, sepan que es el máximo galardón de la cocina francesa, que otorga un jurado vitalicio formado por los 20 mejores cocineros galos).
¡Ah! Me olvidaba del “dulce de leche”. Cantidad: un cucharadita de café de las que venden los chinos. Color: pretensión de dulce de leche. Sabor y textura: alpargata en enero en Pinamar al mediodía. Pensarán que abuso de la analogía, pero ustedes no estaban ahí.
Levantaron el servicio en todas las meses –si llegaste a comer o no es otro tema-, bajaron las luces y todos nos preparamos para ver el ¡Show de Tango!.


SEGUNDO ACTO

- Obertura. L’Orchesta

Cuando se encendieron las luces, en penumbras vimos 4 personas en linea en el fondo del escenario, que empezaron a tocar un especie de poupirrí de tangos. En dos décimas de segundo le saqué el perfil a cada uno.
Dirigía la Agrupación Dos por Cuatro (¡qué nombre original!) el “maestro” Pirulo. Lo de “maestro” le venía del secundario, porque había sido compañero de Sarmiento. Tocaba el bandoneón medio dormido y cabeceando, pero sin pifiarle una sola nota; claro que para llegar a este nivel, que podemos llamar ejecución hipnótica, el hombre había tocado los últimos 60 años los mismos 4 o 5 tangos que se sabía. Los dedos se le movían solos, aunque el tipo no quisiera. Una suerte de tic nervioso musical.
Con el violín lo acompañaba una gordita cerca de los 40 pirulos, que seguro se llama Olga o Rosa, vive con su madre y abuela –viudas ambas- y de día da clase de violín (digo “clase” porque tiene un solo alumno que sin ganas va una vez por semana). El tipo de mujer que una vez casi, pero nunca más: justo llegó la madre antes de lo esperado, el vecino divorciado y cincuentón del 4º H salió rajando y ahí se terminó su vida erótica. Todavía lo recuerda como su gran amor.
Contrabajo. Generalmente a los músicos que lo ejecutan casi no los vemos, tapados por su instrumento. En este caso, si ponen el tipo delante del instrumento, no ves el contrabajo. Además, contagiado por el maestro, también tocaba en estilo ejecución hipnótica, los 5 tangos que le enseño el compañero de Sarmiento.
Por último, en los teclados, lo distinto. Era evidente que el flaco, de no más de 25 años, de noche se hace unos mangos en Taconeando, pero de día ensaya en un garage de Villa Tesei con su banda Porro de Metal. Si le sacamos la camisa, veremos que tiene tatuado hasta el prepucio. Estaba en otra. En los solos, en especial en las escalas descendentes, iba aminorando el tempo al punto que los demás dejaban de tocar y tenían que esperar hasta que llegara a la última nota aguda. Ínterin y obviamente, el maestro y el contrabajero echaban unas cabeceadas y la gordita se acordaba del 4º H y algo de la Bersuit sobre la argentinidad.
Por supuesto que de entrada me resigné a que no escuchar ninguna obra de mi amado Piazzolla, que para estos tipos ni siquiera debe ser tango, si es que alguna vez lo escucharon.
-Que bien tocan, comentó Osvaldo.
-Increíble, dije más falso que el mozo, y me sentí un poco mejor.

- Introito. L’cantore. L’ balletto

Dos, tres, cua, dijo el maestro y empezaron los primeros acordes de un tango de Gardel que ni me acuerdo cuál era, mientras desde las sombras, cantando, subía al escenario un tipo cuya característica más destacada –y no soy precisamente observador- eran sus brillantes zapatos de charol negro, con capellada de esterilla amarronada. Lo último en calzado, dicho esto no en sentido temporal, sino en la escala que va del mejor al peor. Ya conocen el prototipo: unos 50 años, porte de compadrito borgeano, voz aflautada, gorjeos y mirada tipo me sobran las minas.
No llega a terminar su actuación y ya subieron unos hombres disfrazados de compraditos, que se pusieron a bailar entre ellos. Cagamos, me dije, esto debe ser lo que llaman Buenos Aires Gay’s Frendly (había uno que más bien es “frendly” de todos los gays de Buenos Aires).
Cuando ya pensaba que me iría al baño a vomitar, subieron las minusas. Patas duras, culo gordo y más maquillaje que Piñón Fijo.
Sobre como bailaban no puedo decir nada, primero porque no sé bailarlo y segundo porque movían, cruzaba, subían y bajaban las piernas a una velocidad de puta madre, que te impide saber que están haciendo y mucho menos si bien o mal. Eso si, era evidente que le ponían garra (porque si no se quedan sin el morfi).
Combinaciones, giros, cambios de pareja, otro cantor que aparece (este terminó el cole al año siguiente del maestro) y al final, el presentador, con pretensiones de gracioso.

- Momenti con pretenzione di grazzia e participazione populare

-A este histórico recinto del 2 x 4, suelen arribar visitantes de otras regiones allende los mares -tiró con voz melosa el presentador-, así que vamos a presentarnos.
Se acercó a la primera mesa que ocupaban cuatro mujeres, todas con el pelo en distintas variantes de rojo, y sin nada de “guer iu fron” o “vocé de donde veneu”; derecho viejo les preguntó: ¿de qué país son Uds.?
- Polishocuna –o algo parecido- respondieron las rojas.
- ¿Cómo?
- Polerinmashhha – sonó esta vez la respuesta.
- Ah De la polinesia.
- Niet, Niet. Polska.
- ¿Qué quieren bailar una polca?. No, aca solo hacemos tango.
Ahí la tribuna se emboló y a coro le gritó: ¡Polonia boludo!.
- Bienvenidas las chicas de ¿Polonia? Y un aplauso para ellas.
Disgresión: Las minas eran del tipo que cuando hablan vos escuchas que dicen miau. Y cuando al final de la noche sacaron a una a bailar tango, comprobé que serían de Polonia entre Curapaligue y Cachimayo o trabajaban en el Bar Polonia de Pompeya. Yo estoy más cerca de Andrómeda que ellas de Varsovia.
Pero para qué este teatro: pues para los brazucas. Los extranjeros auténticos que ocupaban las otras mesas; que no piensen que son los únicos tarados a los que les sacamos la guita y se traguen que los llevaron a un “lugar internacional”.
Por supuesto que, excepto dos, el resto de las mesas eran de Santos, Blumenau o San Pablo. De las dos mesas locales, una era de unos cantantes de tango invitados y la otra la nuestra: Nos preguntaron de qué barrio éramos, y Nelly –como las seudo polacas- dijo algo así como Suruchffffbro y al ver la cara del tipo, mintió: Recoleta, como si a alguien le interesara o tuviera importancia. Además, los turistas creen que Buenos Aires está dividida en dos grandes zonas: al norte Recoleta y al sur San Telmo; de ahí no los sacan, salvo para llevarlos al Tigre.
Nueva disgresión: Cuando Graciela y yo dijimos “Belgrano”, el tipo respondió: el barrio más lindo de Buenos Aires. Estuve apunto de pararme y contarle a los brazucas que habíamos sido capital de la Confederación Argentina y que en la recova al lado de La Redonda, Sábato ubicó la entrada al mundo de los ciegos, en Sobre Héroes y Tumbas. Mi timidez pudo más, he hice silencio.
Terminada la etapa interactuada, mas revoleo de piernas, mas tangos cantados, uno de ellos con el cantante y el público juntos: -A ver, cantemos todos: “Por una cabeza, de un noble potrillo, sarasa sarasa”. Nadie sabía la letra, y si no fuera por el tango que bailó Al Pacino, ni les hubiera sonado la melodía a los brazucas, verdaderos sostenedores de estos curros.
Al final, los del ballet tanguero sacaron al público a bailar (con Osvaldo nos excusamos) y como nadie movía el culo de la mesa, en un rápido pero bien pensado movimiento me paré y saqué el saco del respaldo de la silla. Traducción: Me quiero ir.
Graciela, como al pasar dijo: “¡Mañana tengo un día..! Me tengo que levantar a las 5 y media.” Traducción: ni se les ocurra invitarnos a tomar un café a ningún lado.
Nos fuimos, pero antes Osvaldo, supongo que desesperado por contarlo, me dijo que por la calidad de la comida y lo bueno del espectáculo, no era caro. Como no le pregunté –adrede- cuánto había pagado, volvió a la carga dos o tres veces más. Yo inmutable, con mi habitual y entrenada cara de boludo. No aguantó más y me dijo: cuando te parece que costó esta salida. Respuesta lacónica, pero real: no sé. Y ahí aprovechó para tirarme doscientos no se cuanto. Con mi segunda mejor cara de gil, le contesté: casi $50.- por persona no es caro (yo ya tenía en la mano el celular para llamar al Same). Con la sangre de la úlcera chorreando por la boca me aclaró: ¡Por persona!. –Ahhhhh, fue mi respuesta y me mandé para la salida.
-No nos van a llevar hasta casa, por favor. Nos tomamos un taxi. No sean locos, si estamos a una cuadra de tu casa, bla, bla, bla. Parecía que le ganábamos 1 a 0 al Barcelona de visitantes e iban 40 minutos del segundo tiempo. Y siempre vigilando que Osvaldo no se duerma manejando (como yo), el tiempo fue pasando, hasta que llegamos a casa.
Muchas gracias; no tenían por qué (vieron que en esta frase no se aclara nunca el por qué, qué cosa); la próxima invitamos nosotros; que lindo el auto que te compraste; bla, bla, bla. Saludos de rigor. Fin de la agonía.

Finale

¡Otra vez no me agarran! Troné al entrar a casa, pero sabiendo que más tarde o más temprano, volveríamos a salir con los Zamer. Volvería a observar la malicia en los ojos de Osvaldor con cada esfuerzo de Nelly para moverse; escucharía durante 2 horas, como si fuera la cosa mas importante del día, el relato de alguna anécdota pelotuda que se puede contar en 10 minutos. En fin, repetiría la historia. Mi historia.

Gracias Dr. Beto. Esperamos más historias.

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