¡Mirá, mirá, mirá!

No me los muestren más, ya los vi. No me interesan, son siempre iguales.
Fuegos artificiales. No tengo la suerte de sorprenderme frente a ellos. Y si me guío por la excitación de la mayoría de la gente, lamento que no me pase.


Los miro por compromiso y porque me los muestran. Sino miraría otra cosa. Mis viejos siempre criticaron que yo vea muchas veces las mismas películas al punto de saberlas casi de memoria. Bueno, esta película la veo como mínimo dos veces por año.


Una de las cosas con las que soy más crítico es que con el paso del tiempo no creo que hayan mejorado. Hoy los detergentes lavan con agua fría, las cuentas se pagan online, los ascensores avisan cuando se supera el peso máximo y los fuegos artificiales son iguales a cuando era chico. No duran más tiempo, ni hacen más luces. No llegan más alto y no forman más que una figura geométrica. Mejoraron la varilla, la carcaza de la cañita voladora, pero en el aire es siempre lo mismo.


Y todo este desencanto para con lo artificios sin todavía haber dicho nada de sus precios. Es sabido que son costosos y más si se tiene en cuenta lo poco que dura la inversión volando por el aire. La realción costo-beneficio no tienen relación, ni se hablan, no existe. Es comparable con la duración de una pelotita rodando por un tambor de ruleta. Si bien el casino tiene más adrenalina en los dos casos perdés guita.


El show de artificios tiene otras cosas que desacomodan mi razón. Y lo sufro cuando se produce la explosión de la cañita. En ese instante el público realiza onomatopeyas del tipo "aaah..." que decrece en sincro con lo que dura en apagarse las chispas. Hasta que aparece otra y se renueva la ilusión y el clamor de las masas. ¿De verdad estás sorprendido? Si acaba de explotar uno, éste: ¿no te lo esperabas?


En las fiestas los fuegos aparecen por todas partes y no es de extrañar que a uno lo tengan de un lado a otro al grito de "mirá ese", "y mirá ese" y uno va llegando tarde a toda La explosiones. Siempre me dió la sensación de que los que no llegaba a ver, eran los mejores. Incluso creo que en toda espectáculo de estos siempre hay alguien que sabiendo que no los vi, exagera. Los describe más grande de lo que fueron. Juega conmigo. Y yo, que no tengo cómo comprobarlo, entonces lo miro con cara de "qué capo sos, qué bien mirás los fuegos artificiales, qué atento al cielo estás". Y por adentro pienso "ojalá tu año sea una mentira grande como el fuego que estás inventando".



Como estas ceremonias en su mayoría son en reuniones familiares de fin de año entre los presentes se pueden identificar los distintos roles de cada uno y su actitud para con la pirotecnia.


El miedoso: Se acerca al show, pero para prevenirnos de los peligros. Si estoy prendiendo una cañita, no me digas "cuidado". Primero porque ya lo sé. Y segundo porque me desconcentrás y agregás una presión que no necesitaba. Es como decirle a un compañero que va a patear un penal "metelo". Y si llega a fallar algo, explota muy cerca o se cae la botella que lo contiene, el miedoso te mira superado y te dice:  "te lo dije".


El fanático: Este tipo no es como la mayoría de todos nosotros. Prefiere el ruido y la potencia que las luces y los colores. Los compra en los primeros días de Diciembre y en noche buena, durante la comida, está ansioso como un kamikase en un avión. Los muestra y los describe como si ya los hubiera prendido. Una vez que comienza la función, después de lanzar cada uno de los proyectiles sonríe y mira al resto como si la estrella fuera él. Y como el show debe continuar una vez que se acaben va a querer inventar algo. Tratará de arreglar los fallados, improvisará con lo que encuentre o querrá ir a comprar más. Tirará de a dos, de a tres o los colocará adentro de algún objetos con el fin de hacer más ruido.


El boicoteador: Este podría ser el miedoso, pero con una diferencia. No cuida a los demás, sino que repudia el show porque sí. Cuando alguien dice "vamos a tirar petardos". Él responde: "No más tarde" o "dejensé de joder con eso que después termina mal". "Para qué gastar guita en eso?". No se de nadie, pero debe existir el que moja las mechas o hace algún tipo de maldad como para que el espectáculo no lo sea.


Entre otros personajes también podemos encontrar al que enciende cigarrillos para el prender los fuegos. Aprovecha y fuma uno atrás del otro. El que calcula la guita que gastó el de al lado. El que compite con el de al lado. El que dispone el orden en el que se tienen que tirar los petardos. ¿Para qué? No importa. El que quiere que su hijo tire uno, pero el nene no quiere y llora y el padre insiste, entonces el nene se trauma y les va a tener miedo siempre incluso cuando estén apagadas. El que se para justo a donde apunta la cañita. El que los respeta demasiado y cuando acerca la llama le tiembla la mano.



La tradición y la ceremonia es siempre la misma. Por eso las cañitas son siempre las mismas. ¿O será al revés?


No hay comentarios:

Publicar un comentario