MI PLATA NO VALE

Me pasó muchas veces siendo chico, estar en un restaurante junto a mis padres y algún matrimonio amigo y a la hora de pagar la cuenta ver a mi papá y a su amigo protagonizar una escena... inexplicable. Igual voy a hacer el intento.

Apenas veía que se acercaba el mozo, mi cabeza ya premonizaba esta  especie de show lisérgico donde estos machos alfa realizaban pasos de comedia arcaico americano. Para ponerle palabras, articulaban distintos ¿trucos? o maniobras para ser saldar por fin la deuda. Tranquilos muchachos, solo pedimos unas cuantas milanesas con papas fritas, tampoco están pagando la deuda externa de su bolsillo.

Ahora bien, hasta acá, nada que no se vea comúnmente en cualquier bar o restaurante. Un poco más, un poco menos, en definitiva una convención universal. Lo que era difícil de entender para mis pocos años de vida o lo que fue una revelación es que el conflicto no pasaba por quién pagaba, sino por quién NO pagaba. Cada vez que dejaba una luz prendida, mi viejo muy enojado me reprochaba "¡Total, la luz la pago yo!". ¿Por qué es, que estos tipos se tironeaban del brazo o acercaban billetes a la cara de un mozo, como un micrófono a los treinta segundos de fama de algún fulano? O lo que es peor, con caras alienadas y ojos coléricos le ordenaban "¡Cobrame a mi!"

Y la función no terminaba una vez pagada la cuenta. No. Podía haber un acto más, porque el que no pagaba era como una especie de perdedor que se quedaba con su tarjeta de crédito en la mano o una serie de billetes que a partir de entonces eran como una especie de "huevo podrido". ¡He visto gente arrojar dinero por la ventanilla del auto y salir corriendo!

En cada una de estas situaciones me quedaba mirando a mi viejo y surgía en mi cabeza preguntas como: ¿Qué hace este tipo, se está peleando por pagar? ¿Qué hacés papá? Dijo que iba a pagar él. ¡Guarda ese dinero y sentate! Papá, ¡nos vas arruinar! ¡Dejá que pague él!".

A medida de que iba siendo testigo de estas convulsiones públicas es que llegué a pensar si no habría algo más en esto de pagar, porque no era solo mi papá y su amigo, sino que lo hacían todos.

¿Qué pasa con el que paga?, me preguntaba. ¿Dónde está la trampa? Hay algo que no estoy viendo. ¿Por qué alguien preferiría pagar? ¿Por qué este señor quiere pagar la comida, pero no se ofrece a pagar las luces que dejo prendidas? Con el tiempo, ese algo resultó ser mucho más que, algo más.

Hoy grande lo entiendo, sin embargo me cuesta explicarlo. Creo saber cuándo corresponde y cuándo no. Porque hay casos donde cae de maduro quién paga la cuenta, pero hay otros que son polémicos, ridículos, soberbios, generosos, injustos y quizás la lista siga.

Una respuesta que se me ocurre es que por lo general la gente tiende a querer ser un héroe. Está la sensación de que el que paga es mejor persona, más generoso, o más... más. En lo personal no sé si me pasa tanto esto cuando pago, pero cuando el que paga es el otro, me siento un terrible choto. Un amarrete. O como un hijo al que su padre llevo a tomar un helado después del colegio porque se sacó buenas notas. (ése seguro que no hubiera sido yo. No por mi viejo, sino por mis notas).

Me siento mal, porque después de pagar, la charla sigue y el otro respira cierta superioridad ridícula. O lo que es peor, actúa minimizando completamente el gesto. Como si hubiera costado centavos. Centavos para él, no para mí. Ni miran el importe. Firman y guardan la tarjeta como quién se lava las manos.

Cuando paga el otro no puedo evitar pensar en lo que consumí. Me siento mal si fue mucho y me siento peor de haber pedido poco cuando el otro en el banco tiene mucho. "Lo que racioné esa Coca!"

En esto de quién paga hay veces que la cosa queda enredada hasta que el más hábil de los dos saca una especie de comodín donde argumenta "el próximo invitás vos" y esa frase funciona como un jaque mate.

Salvo que se vean seguido, no hay próxima vez, pagó él y el que perdió fuiste vos. Y la derrota no termina con el último trago de este café. No solo pagó, sino que la próxima vez que se vean corre por cuenta tuya. La invitación a verse y la cuenta. Porque él no va a hacerlo para que no creas que lo hace para que pagues vos. Al menos te queda el consuelo de que la próxima vez no vas a hacer el ridículo adelante de tanta gente.

Eso eso, el ridículo. El motivo por el cual pierdo siempre estas peleas es que no sé cómo actuarlas. No me sale. No puedo levantar la voz, imponerme sobre el otro, sobre el mozo o de la persona que sólo vino a cobrar, nos mira y nos odia en silencio.

No me salen los chistes, no entiendo por qué ahora lo tiene que resolver el mozo. Desconozco cuál es el límite de la insistencia. No sé si te ofendo pagando, si te ofendo no haciéndolo. Me siento mal guardando de nuevo el billete porque hasta parece que gané guita. Meto plata en mi billetera adelante tuyo. Capaz estás pensando... ¿qué te vas a comprar con eso que te ahorraste? Muchas veces no la guardo en la billetera, la pongo en un bolsillo, para ahorrar ese trámite. Y cuando la encuentre me voy a acordar de lo choto que fui en esa "discusión" de quién paga la cuenta.

La única conclusión que puedo sacar de todo esto es que hay veces que no pagar puede terminar saliendo más caro.

Mozo, ¡váyase a cagar!


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