SE CAYÓ EL SISTEMA

Una frase que en un mundo tan digitalizado significaba tanto y en labios de atención al cliente explica tan poco. Se cayó el sistema y si esto pasa, no pasa más nada.

Se para el mundo. No hay una respuesta, una explicación, simplemente no se puede hacer nada porque se cayó el sistema. ¿Qué sistema, el de gobierno? ¿El sistema social? Es un poco pretencioso, pero igual de ruidoso y trágico para los testigos carnales de esa caída.

En pocas palabras. Sin sistema no se pueden hacer transacciones de ningún tipo. Ellos, los representantes de la empresa, la cara visible de un banco, hospital o empresa con solo tres palabras quedan absueltos. Libres de toda responsabilidad. No nos deben otra respuesta y desde este lado del mostrador, nada podemos hacer más que llevar nuestro odio hasta el máximo umbral de tolerancia y tener que volver con los brazos caídos, ya que no vamos a lograr hablar con un supervisor (leer) y es mentira que vamos a mandar una carta documento, así como esa persona no se va a quedar sin trabajo porque no sabe con quién está hablando. (Este último tonto urbano merece un monólogo alguna vez).



Tal como cuando éramos chicos y jugábamos a la mancha con nuestros amigos. Luego de perseguir a ese que está más cerca durante un buen rato y justo antes de poder tocarlo y pasarle la mancha, en un rapto de lucidez este pequeño infante corrupto, tan fuerte como si estuviera por morir en ese instante grita “pido”. Y como cuando se cae el sistema un rayo de impunidad se apodera de la situación y todo nuestro esfuerzo se esfuma en solo un instante. Como el esfuerzo de haber ido hasta la sucursal “más cercana” y volver a casa con la factura impaga, el cheque sin cobrar, el trámite vencido o lo que sea que el verdadero sistema, el sistema mayor, ordena cómo funciona tu vida, a través de un tercero que se encapricha en torcer el humor de este día, semana o mes, según sea cómo te tomes la vida. Amargo, gracias.

Y la falta de responsabilidad de ellos y no por irresponsables, realmente es ajena a ellos. Algunos son tan ineptos que no serían capaces de dejar un sistema sin sistema. La falta los alcanza a peores niveles que simplemente darte la noticia. Porque ni siquiera ellos saben cuándo vuelve. En realidad nadie lo sabe. Es algo así como caprichoso, arbitrario del propio sistema. Vuelve, en algún momento, no sabemos cuándo. Ni siquiera saben si alguna vez.  Es como cuando el quiosquero sale a hacer un trámite y pone un cartel en la puerta que dice: “vuelvo enseguida”. No sabemos cuánto. “Si quiere, puede esperarlo. Como usted prefiera” te responde la señora que ahora no trabaja, solo sonríe y disfruta de tu desgracia. Se alegra de estar en su trabajo sin hacer su trabajo. Y lo que te dice es una mentira, porque lo que prefiero es que el sistema no se caiga.

No sabemos quién es el tipo de sistemas, el que lo levanta. No sabemos dónde está. Debe trabajar en la empresa, o lo llaman ¿como se llama a un plomero? Si se rompe un caño, el plomero, basándose en su experiencia, puede estimar un tiempo de reparación. Pero este señor, especializado en tecnología, un adelantado, un tipo que sabe de cálculos, que ve el mundo en ceros y unos… bueno él no. No sabe cuánto le puede llevar levantar el sistema. Levantarlo, ni siquiera lo tiene que arreglar, empezar de cero. Se cayo, él lo levanta. Lo deben llamar de todas las centrales para preguntarle eso, y el tipo probablemente responda, no tengo idea. Tal vez lo pueda arreglar en escasos cinco minutos, máximo diez. Yo creo que les gusta el protagonismo, porque cuando el sistema funciona bien nadie los llama para decirles, qué bien anda el sistema, o ¡hace cuánto que no se cae! Felicitaciones, mantenelo así.

Una vez tuve la suerte de conversar con uno y le pregunté, ¿qué hacen ustedes cuando van a pagar las cuentas y se cae el sistema. Me dijo que en raelidad a ellso, ≤"$%ç ≤≤ SYSTEM ERROR >>>>

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