ANDATE DE UNA VEZ!

Siempre que recibas visitas o seas vos la visita va a pasar lo mismo. Trato de no detenerme en la palabra visita y todo lo que eso me genera, pero no puedo. Visita, ya suena mal. Es como un eufemismo. Viene del verbo visitar, pero pasás a ser el verbo. Así como el que come es el comensal o el que cocina es el cocinero. Pero visita no es tan natural. Además debemos hacer una distinción con este término. No es lo mismo ser visita en la cancha, en una casa y mucho menos en un hospital.
En hospitales, sanatorios o clínicas hay un horario de “visitas”. Ahí las visitas son como una especie de monstruitos que tienen su horario, y cuando lo pienso me imagino un montón de personitas con ramos de flores y una sonrisa enorme con ganas de besar pacientes. Tienen un amor incontenible y por eso les ponen un horario, para limitar todo ese amor que ellos tienen para dar. No vaya a ser que el paciente se muera de ¡amor! ¡NO! Qué se muera por lo que vino.
Entonces pongámosle un horario y no dejemos que sean muchos. "¡El de la 215 tiene un montón de visitas, manden una enfermera a que diga que no es bueno tanta gente en la habitación!" En serio: ¿Qué le puede hacer una visita de malo al paciente? ¿Te parece que puedo ser más malo que el virus que tiene? "No, lo que pasa es que no es bueno que hable". Bueno, retalo a él. ¿Por qué no es bueno que hable? ¿Sabe algo que te compromete? Uno vé en las películas que el asesino se hace pasar por médico ¡con una facilidad!
Hay como un control del afecto inexplicable. Y eso se contagia a los familiares más cercanos al enfermo. Los pone mal que haya gente, quieren que se vayan todos. Claro, hay como unos celos lógicos: "yo pasé la noche durmiendo en un sillón y vos venís, recién bañado, bien dormido, y sos el divino que se vino hasta acá".
Otra cosa que pasa en el mundo hospital es el exceso de formalismos. La gente está más seria de lo normal, habla más bajo y es extremadamente educada. No quiere molestar, no quiere sacarse la campera, no quiere pasar al baño, no quiere sentarse, mejor dicho, se pelean por no sentarse. - Sentante - Nooo, quedate. - No sentate, en serio. -No quedate, estuve todo el día sentado. - Pero sentate te digo... Y el que se sienta se siente como una especie de desubicado. Este se está muriendo y vos venís ¡y te sentás!
Otro lugar donde uno es visita, pero que no está muy bueno es en la cancha. Ahí la gente es un poco más informal y te va a hacer notar que no les gusta que estés ahí. De hecho ellos no te invitaron y te lo hacen saber. (Lo manifiestan de formas muy ocurrentes). Es más, cuando termine el partido te van a ir a buscar para que encuentres más rápido la salida. Una vez que la encuentres podés llegar a pensar "la próxima, mejor vengan ustedes".

Y por último, pero no menos importante, están las visitas a un hogar. Empezando por el principio de estas reuniones, encontramos la impuntualidad implícita.
Te citan a las 9, pero llegás a las 9:30 PM. Y el que te invita sabe que vas a llegar a esa hora. Si llegás a las 9 probablemente estén todos en calzones. Y alguno de los miembros de la familia va a decir: - "Mirá la hora que es y todavía ni te bañaste". Pero esto pasa de los dos lados. Tanto del que invita como el del invitado.
Lo que más odio de esta impuntualidad implícita es ver que la picada está preparada y servida en alguna mesa de la casa y no se la puede probar porque todavía no llegaron todos los invitados. Ver como el queso empieza a transpirar o el salame pierde aceite me parte el alma. ¡Qué perverso es el sistema! Si pincho un quesito soy un mal educado porque hay gente que todavía no llegó. Y a ellos que todavía no llegaron, ¿no les vamos a decir nada?
No puedo superar ver que otras personas ahí presentes puedan hablar tantas boludeces frente a todas esas delicias y no les afecte. Nunca entendí esa gente que cuando llegan las empanadas, agarra una, la deja en el plato, siguen hablando y no come. ¿Cómo hacen? Yo vengo viendo la bandeja desde que se acerca, no aguanto un segundo para agarrar una y esta gente deja que la empanada se enfríe, ¿no tenés hambre? Porque digamos la verdad, vinimos a comer. Lo de esperar hasta las 12 en navidad y año nuevo es una excusa para comer durante 4 horas y los días siguientes.
¿Dónde va el carozo de las aceitunas? Mucha gente los tira en el cenicero. (tirar otra cosa que no sea ceniza en un cenicero solo lo puede hacer alguien que no fuma. Y está bien, es su manera de vengarse). Volviendo al carozo, un recipiente es medio asqueroso. Se lo puede envolver en una servilleta... pero ¿te parece usar una servilleta por un carozo? No es de amarrete, pero si te comiste siete aceitunas, somos unos doce invitados y en los paquetes de servilletas vienen ochenta... me dejaron sin servilletas. Sin contar las que usen cuando escondan algún canapé que no les guste.
Después de comer y una larga sobremesa viene el café, el brindis y la torta. Que sería bueno saber de qué es, antes de la reunión, así uno sabe si regular o no lo que come. Me pasa seguido que espero la torta con mucho antojo y expectativas, pero cuando aparece, caigo en un pozo profundo de desilusión. La veo llegar lentamente, entre la oscuridad, ya no miro al que cumple, ni canto. Solo miro la torta y trato de adivinar de qué es. (¿Puede ser que el que lleva la torta esté celoso del que cumple años?) ¿De qué será ese volquete de 7 pisos? No la conozco por dentro, pero sé que no está tan buena. Las tortas cuanto más grandes menos ricas. No simpatizo con las que son: biscochuelo con dulce de leche, crema, frutillas, durazno, crema, chocolate ,  merengue y confites. Me imagino a un panadero satánico abriendo latas de dulce de leche y tirando todo lo que encuentra en su camino sobre la torta.  Tienen todo y gusto a nada. Cuando pasa esto me quiero ir. Ya está, no va a pasar más nada acá, se te acabaron las sorpresas, sigamos la reunió en un Freddo.
Terminando la noche pasa algo más o menos así. Una mujer mira a su marido, no dice nada y él desperezándose dice en voz alta "Sí, vamos". Y como si hubiera pitado un referí, automáticamente deciden irse todos. Con esto me surgen dos hipótesis. La reunión es un embole, aprovechamos que este tipo se avivó y con la excusa de que no queremos molestar nos vamos todos a la mierda. O justamente lo contrario. Si esta gente se va, deberíamos irnos nosotros también, vamos a quedar pesados. El problema es llegar a esta conclusión y no tener ganas de irte. Ahí miro al tipo que se desperezó y pienso: este tipo me echó y ni siquiera es el dueño de casa. Cuando una visita amenaza con irse el dueño de casa dice "¿Ya se van? No quieren un cafecito más?". No te hagás el que querés que me quede. Ya lavaste los platos, los guardaste, falta que te pongas el piyama y me corrés con un cafecito más.
 Mientras nos ponemos los abrigos en la puerta empiezan a surgir temas espontáneos (más interesantes que cualquiera de las boludeces que hablamos antes). Pasan quince minutos, muertos de calor con los abrigos puestos vamos saliendo muy de a poco y ya en la calle agradecemos por todo, comentamos lo rico que estuvo todo y señalamos que lo mejor fue el pionono. Dónde lo compraste, dónde queda y cuánto lo pagaste serán las últimas preguntas antes de subirnos al auto y decir en voz alta, ¡cómo voy a dormir!
Así es como son las visitas, personajes por un rato. Vienen a verte, te hacen compañía, pasan, se dan una vuelta, se alegran de verte, hace mucho que no te ven, te ven más flaco y les gusta tu casa. Formales, simpáticos, aburridos, verborrágicos, animan la noche, no se van más, es un placer invitarlos o qué suerte que se fueron! Qué no se corte, nos estamos viendo.

2 comentarios:

  1. Otra cosa para resaltar, que me pasa seguido, es q al final de las reuniones (me pasa desde que era niña), no me quiero ir, parece estúpido pero es ese el momento en el que empezamos a entrar en confianza y es cuando no me quiero ir..

    POR ENDE, MALDIGO AL SEÑOR Q SE DESPEREZA..


    maria tuco haydee :)

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  2. Juan Ignacio te felicito, una genialidad todo lo que leí! Que lindo tener la capacidad de enganchar a la gente una hora leyendote...!

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